¿Puede una democracia sobrevivir cuando sus dirigentes conciben la libertad como un obstáculo y no como su fundamento? Esa es la pregunta que queda abierta. Por lo pronto, la advertencia está lanzada.
Mientras algunos gobiernos locales intentan prohibir los corridos tumbados o la “música bélica”, olvidan que en el pasado reciente, quien sembró las bases culturales del narco no fue un cantante con micrófono, sino un presidente con poder absoluto y una narrativa indulgente.